Capítulo IV “Entre Sombras”.
A la mañana siguiente ansiaba, necesitaba, deseaba volver a la normalidad, hacer las cosas de siempre, tener una vida normal, una vida mortal. AnnA seguía desaparecida, fuera y al mismo tiempo dentro de mi vida, pero no podía permitir que esa situación gobernara mi existencia, tenia que salir y así lo hice.
Regresé a mis acciones cotidianas, mis estudios, las clases a mis chicos, mis clases de salsa, ir a los espectáculos y actuaciones de mis amigos, todo era ya normal, nada había sabido de ella en semanas y mi vida, por fin, era una vida mortal.
Una vida normal, una vida normal, ¡Una mierda! No salía de mi mente, era la reina de mis noches, la dueña de mis días, recordaba su penetrante mirada, la palidez de ser, el negror de sus cabellos, lo afilado de sus uñas...
Contaba los días, horas y minutos sin saber de ella, seis, seis eran ya los días y seis sus noches en las que de ella nada había sabido, cuando al séptimo día, pensé haber perdido la razón. No lo podré olvidar jamas, eran las tres y cincuenta minutos de la madrugada, las calles estaban desiertas, yo regresaba a casa cuando de repente, una sombra cruzo tras de mi, al girarme nada vi, seguí caminando, ahora algo más rápido, cuando el viento, entre susurros, trajo su voz hasta mi: “ya estoy aquí” No lo podía creer, tenían que ser imaginaciones, juegos absurdos de una mente sugestionada ¿Cómo iba ella a estar aquí?, ¿Cómo iba el viento a hablarme? No podía correr más, el corazón me iba a explotar, veía su sombra en cada rincón, el murmullo de su voz tronaba en mi cabeza cuando nuevamente oí: ”Tranquilo, no corras, nada tienes que temer de mi” “Tranquilo, no corras, no puedes escapar a tu destino”.
Al entrar cerré rápido la puerta y como si volara subí los escalones hasta mi dormitorio, allí, cerré la puerta y creí estar en paz: “ Uf, sin problemas, los vampiros no pueden entrar sino son invitados” me decía a mi mismo para tranquilizarme, aunque aquel extraño murmullo cada vez más fuerte sonaba en mi cabeza: “ Amore”, “Miguel”, “ No lo dudes más, liberate, expande tu ser, se uno con la noche, domina las tinieblas y a los seres infrahumanos, no seas mas un hombre, conviértete en un Dios”. Gritaba, lloraba, no sabía que hacer, solo quería que esos estruendosos sonidos salieran de mi, solo quería ser normal. Cerré los ojos con todas mis fuerzas, queriendo así calmar las voces de mi interior, pero al abrirlos, al abrirlos ella estaba allí, de pié, como si de una estatua se tratase, inmóvil, mirándome fijamente como un león fija la mirada en su victima. El miedo me paralizó, no podía moverme, ni siquiera articular palabra alguna, cuando al fin ella dio el primer paso: “ ¿Me puedo sentar aquí a tu lado, amore? ¿Qué miedos tienes? ¿Acaso no es esto lo que has soñado toda la vida? Habla, contesta, dime algo”. Nada, nada podía decir, no podia ni pestañear, el miedo había paralizado por completo hasta el ultimo musculo de mi ser, la notaba inquieta, hasta hubiese jurado que temerosa, intranquila, pero nada, nada había que yo pudiese hacer para articular palabra, ¿Sería ese mi ultima noche? ¿Era ese el fin de mi vida, el principio de la eternidad?.
“ AAAAAAHHH QUE TE MUERDO” me gritó, con tanta fuerza que me hizo saltar de la cama y colocarme en pié frente a ella, “ No por favor, no me mates, aún no quiero morir” e instantes después, AnnA, estaba partida de la risa, sentada en mi cama mientras yo temblaba ante su presencia. “Hostias, menos mal, ya pensaba que no sabías hablar”, díjome ella.