Capitulo VII “Luna roja”.
Era la Francia del S.XVI, donde luchaban las familias entre si, en un mundo encarnizado, lleno de guerras.
Una sociedad clandestina, como en su tiempo fueron los católicos, emergía al poder desde las catacumbas de Notre Dame , los vampiros.
Imagina un mundo donde la muerte, está a la orden del día, cadáveres por guerras, asesinatos, enfermedades...Solo una cosa importaba, los vampiros podíamos alimentarnos libremente de sangre humana sin preocuparnos de dejar con vida o no a nuestras presas, sin necesidad de esconder a los muertos y los jóvenes, inconscientes, desconocedores del pasado nos sentíamos dioses, nada temíamos, nuestra vida era solo alimentarnos, disfrutar y hacernos cada día algo más fuertes. Pero entonces, algo cambió.
En una marcha nocturna en busca de presas, me quedé inmóvil, paralizada ante tanta belleza, la luz de una luna roja iluminaba como nunca antes había visto, el rosetón de Notre Dame, allí, aislada por unos instantes del mundo, conocí a quien hizo de mí, la vampiresa que ahora ves.
Miguel- ¿Pero tu no eras vampiresa, ya?
AnnA- Si, lo era amore, la más sanguinaria que puedas haber leído, las mayor asesina que tu mente pudiese imaginar, un recuerdo del que huyo junto con el de quien en tiempos pasados fuese mi amigo, Jobava.
Aquel rosetón, la claridad reflejada sobre los cristales coloreados que me había hecho paralizar, quedó supeditado a la voz de aquel señor:
Señor:- “Bonita verdad, dicen que una luna roja es señal de cambios, de males venideros para aquellos que la ven”.
AnnA:- ¿Luna roja? Perdone miraba el rosetón, la belleza de la luz reflectada en sus cristales.
Señor:- ¿Te gusta? Ven te la enseñaré de más cerca.
No había terminado de hablar cuando aquel simpático caballero, saco una llave del bolsillo de su chaqueta y abrió, como si nada, la puerta principal de la catedral. Tras una larga charla, sobre el rosetón nos sentamos en la rectoría y comenzamos a charlar, sobre aquella luna roja que tanto inquietaba a quien resulto ser, Michel de Nostredame.
Este enigmático y peculiar hombre resultó ser uno de los más grandes astrónomos que por aquel entonces había, según sus estudios, el fenómeno de ver una luna roja era extrañisimo e iba siempre rodeado de grandes cambios en la historia, y como todo cambió bueno para algunos y nefasto para otro. Durante dieciséis años, noche tras noche no dejamos de vernos, no deje de aprender, de saber sobre el pasado y el futuro del mundo que me había tocado vivir, hasta que una noche no inevitable llego:
Nostredame:- Han pasado ya dieciséis años, te he mostrado como fue el pasado y como será el futuro, como las gentes evolucionaran, como el miedo a lo incomprendido engendrará guerras y muertes, como leer los astros para saber a que atenerte, todo, todo lo que se ahora tu lo sabes. Pero aún en mi lecho de muerte, me niegas tu secreto, ¿Cómo puede ser? En dieciséis años ni un día pareces haber envejecido ¿Cómo es eso posible?.
AnnA:- ¿Por qué deseas oír lo que ya sabes? Si, soy una vampiresa, aquella luna roja, la recuerdas, la de hace dieciséis años, la que anunciaba un cambio, pues ese cambio ha sucedido hoy, ya es tu hora, tu corazón casi no bombea, apenas puedo sentir el olor a vida de tu sangre y con tu fin, comienza una nueva era, un nuevo mundo se abre ante mi, a partir de hoy amigo mío, aplicare todas tus enseñanzas, viviré por el mundo como una más, sin alardes ni excentricidades, pasando inadvertida por el mundo, un mundo que viviré mil veces.
Miguel:- ¿Pero que mierda pasa con Jobava?
AnnA:- Joder Miguel, no se resumen 500 años de vida en un rato, sabes, ten un poco de paciencia coño, aun queda noche.
Miguel:- Bueno pues espera que voy a por un bocata, ¿Quieres algo de picar? No se... ¿Carne cruda o algo así?
AnnA:- Un poco de tu sangre no estaría mal. No tonto, una coca-cola estaría bien.